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Channel: LA VENTANA CATÓDICA
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Un año sin CHICHO: lo que la tele le debe al mítico realizador

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La televisión sin el paso de Chicho Ibáñez Serrador no hubiese sido de ninguna de las maneras la misma. El nombre de Chicho irá siempre ligado a los éxitos más grandes de la historia de las 625 líneas. Sin embargo no todo se reduce al concurso “Un dos tres…” o sus míticas “Historias para no dormir”. El jefe, como se le conocía en el mundillo, nos enseñó un tipo de televisión diferente a la que se hacía por entonces y a la que se hace incluso hoy día.

Chicho fallecía en un día como hoy de hace justamente un año. De Montevideo, Uruguay, donde nació hace 83 años, el teatro y los escenarios fueron algo habitual en su día a día porque sus padres, Narciso Ibáñez Menta y Pepita Serrador eran actores. De hecho él mismo desde pequeño trabajó también de actor tanto en radio, televisión y teatro.

Aunque el cine le otorga el éxito con títulos como los nombrados anteriormente, la televisión lo atrapa otorgándole indiscutiblemente sus mayores logros. Chicho viene de Argentina de hacer algo que luego hará aquí como son las “Historias para no dormir” y que lo convertirán en uno de los nombres más importantes de la televisión de la época. La serie nos regala piezas memorables que reciben incluso premios internacionales. Todas ellas tienen una particularidad en común: vienen acompañadas de un mensaje. En el caso de “El Asfalto” habla de la falta de humanidad. En la serie “Historias de la frivolidad” se mofa de la mismísima censura y en “El Televisor”, se hace una crítica feroz al propio medio.

La televisión debe ser como una droga en la que Chicho cae de lleno y le dedica prácticamente toda su vida. Chicho tenía una manera absolutamente diferente de entender el medio y eso lo podemos observar viendo muchos de sus programas o series donde siempre alterna el entretenimiento con la formación a través de pequeñas píldoras culturales y un humor en muchas ocasiones muy irónico.

Pese a su incuestionable talento, cuando en 1972 TVE le pide que haga un concurso, Chicho se lo piensa y aconsejado por su padre, firma el “Un dos tres…” bajo el seudónimo de Luis Peñafiel. Cuando ve que el concurso tiene muchas más posibilidades de lo que en un principio creía, decide firmarlo con su nombre y dedicarse en cuerpo y alma. Chicho se vuelca en él no delegando prácticamente en nadie. Es el director, el realizador y también parte de los guionistas de un programa que comienza a crecer y a hacerse un enorme sitio en la historia de la televisión.

“Un dos tres…” es prácticamente perfecto. Consigue reunir en uno las tres clases de concursos de la época: preguntas y respuestas, pruebas físicas y la parte más espectacular del programa: la subasta, en la que innova con números musicales al más puro estilo de Hollywood y sorprende con la continua entrada de actores y humoristas a lo largo de ella. Inventa la figura de la secretaria hasta entonces inexistente y se convierte en un auténtico disparadero hacia el estrellato. Los cinco últimos minutos de “Un dos tres…” recogen la maestría de alguien que se puede catalogar como todo un genio de la televisión. Chicho consigue crear un clímax tan jodidamente bueno y provocar una enorme empatía en la audiencia que gran parte de ella se resiste a irse a la cama hasta que no conozcan lo que los concursantes se van a llevar. Se irán contentos si se llevan el coche o el apartamento e indignados si el premio es la temida calabaza. 

A través de sus programas, Chicho nos muestra un sentido del espectáculo hoy desgraciadamente desaparecido. Lo muestra incluso en sus despedidas siempre con ese aire dramático que hace que a más de uno/a se le escape la lagrimita. Sus programas siempre tienen un mensaje. Si en “Un, dos, tres…” logra que conozcamos a través del humor a autores como Edgard Allan Poe por ejemplo, en “Waku Waku” nos enseña aspectos desconocidos de los animales que hacen que despierten nuestra ternura. Las músicas introducidas, la manera en la que enfoca los vídeos y la forma de llevar el programa son claves para conseguir su objetivo y ahí Chicho vuelve a ser el único responsable. 

Ya en la década de los 90, Ibañez Serrador se enfrenta a un nuevo reto: el sexo. Hablar de sexo en televisión era cuanto menos una deshonra. Él logra una cierta normalización gracias a su “Hablemos de sexo” que presenta Elena Ochoa. Una psicóloga que dicen que era incapaz de pronunciar la palabra pene pero que Chicho vio en ella algo que lo animó a confiar en ella. Elena habla de sexo con un lenguaje claro y conciso recibiendo el Ondas al Mejor Programa. 

Pocos meses antes de morir, la Academia del Cine le otorgaba el Goya Honorífico. No era para menos. Estábamos ante alguien que siempre trabajó cambiando en la medida de lo posible todo lo que tocaba sin la intención de hacerlo. Fuente de inspiración de cientos de comunicadores, periodistas y presentadores que descubrieron su vocación gracias a él, ha hecho lo mismo en el mundo del cine con directores como Juan Antonio Bayona, Alejandro Amenábar o Álex de la Iglesia, que no han dudado en mostrar su admiración por el veterano realizador. 

Con motivo precisamente del Goya, tuve la enorme suerte de hablar con el dedicándole un programa entero para repasar un poco su vida. Aquí os la entrevista. Siempre en nuestra memoria, Chicho!

@ManoloDevesa

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